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Después que Dios creó a Adán y Eva, Él los envió a que se multiplicaran físicamente (Génesis 1:28) y con los 8.2 billones de personas que existen en la tierra, podemos ver que ellos cumplieron su misión. Pero, esta reproducción física, desafortunadamente reproduce el pecado original de Adán y Eva automáticamente en cada criatura que nace en el mundo entero.

Cristo, antes de que ascendiera al cielo, dejó un mandato a la humanidad creyente, que se multiplicaran espiritualmente haciendo discípulos (Mateo 28:16-20) y esto ofrece la oportunidad a la mujer creyente a ejercer la maternidad espiritual. Porque, cada vez que una mujer da a luz a una criatura, sin culpa de ella, esa criatura nace pecaminosa. La maternidad espiritual puede cambiar esta situación si la mujer creyente obedece el mandato del Señor Jesús de ir hacer discípulas y testificar sobre lo que Él hizo en la cruz por el bien de la humanidad.

Esto quiere decir que la mujer también tiene responsabilidad de compartir el evangelio, porque la multiplicación espiritual, que le costó la vida a Cristo, solamente se adquiere por creer en el sacrificio que Él hizo en la cruz, por fe y arrepentimiento, aceptando la gracia de Dios (Efesios 2:8-9). Esta verdad necesita ser compartida (Romanos 10:14-15).

La maternidad espiritual tiene algunas de las mismas responsabilidades de una madre que da a luz a una criatura físicamente. Ella necesita nutrir, amar, y guiar a una nueva creyente, o creyente mayor inmadura, a vivir una vida santa y piadosa.

Una madre espiritual es una creyente que después de ser salva, discipulada, y comprometida a obedecer la Gran Comisión (Mateo 28:17-20), intencionalmente ayuda a otra creyente a conocer a Cristo más profundamente y vivir de acuerdo a los deseos de Dios. Ella invierte su tiempo, sirviendo y enseñando bíblicamente a otra mujer para que madure espiritualmente. Compartiendo sus experiencias cristianas personales, abriendo su corazón, su casa y su vida espiritual con transparencia para nutrirla y serle mentora.

La mujer que decide ejercer la maternidad espiritual y decide ministrar de esta manera, necesita recordar que ella no está llamada a la perfección, porque solamente Cristo es perfecto. Ella reconoce que es un mandato y una responsabilidad divina el hacerlo y que no es una carga para causarle estrés, destruir su familia o agraviar la relación en un matrimonio. Es importante recodar que una madre espiritual, si es casada, no puede descuidar sus deberes como madre y esposa para ministrar a otra persona, porque su prioridad es su relación personal con Dios y el cuidado de su propia familia.

Cuando se habla de la maternidad espiritual, existe mucha información sobre este tema, pero el enfoque en los puntos que siguen es importante. Mientras la mujer creyente navega en este ministerio, necesita considerar que en el proceso de ser madre espiritual se necesita:

  • Evangelizar y promover la independencia: Una madre espiritual comparte el evangelio, y explica a la no creyente la importancia de entender y reconocer que es pecadora con la necesidad de un Salvador (Romanos 3:23); que necesita arrepentirse de sus pecados (Hechos 3:19); confesarlos (1 Juan 1:9), y aceptar a Cristo como su Salvador (Romanos 10:9), por fe y por la gracia de Dios (Efesios 2:8-9), con la meta de que esta nueva creyente después haga lo mismo con otra persona.

Yo he escuchado mujeres decir, “mi madre espiritual siempre me ayuda”, y si éste es el caso, la maternidad espiritual no ha sido adecuada, porque la meta no es la dependencia humana sino la independencia cristiana donde la persona adquiere madurez espiritual y depende de Cristo y el Espíritu Santo. La madre espiritual necesita convertirse en una persona a la cual se le pide consejos, opiniones y oraciones, pero no la que siempre dirige constantemente a su hija espiritual.

Jesús es quien está enviando al creyente a evangelizar y por eso es por lo que es importante enfocar la misión en Cristo no en logros personales. “Cuando yo era pequeña, muchas veces escuchaba a los adultos decir, “La madre es una, ¡pero padre puede ser cualquiera!” Ese refrán no es necesariamente cierto, pero, en verdad, no todas las mujeres nacieron para ser madres…Hay madres que aman, idolatran y dan sus vidas por sus hijos, y hay otras que solamente son mujeres las cuales abortan, maltratan, regalan y hasta matan a sus propios hijos”.

Lo mismo puede suceder con la maternidad espiritual, porque una madre espiritual puede compartir el evangelio con otra mujer y esta se convierte. Después, ella puede guiar a esta nueva creyente de tal manera que ella florece, camina con Dios y sigue el mismo ejemplo. Sin embargo, también puede existir la mujer que decide ser madre espiritual para una nueva creyente y, en el proceso, destruye su testimonio, la maltrata espiritualmente, la confunde, y la guía por malos caminos al no estar anclada en la palabra de Dios. Es necesario que la mujer que quiere ser madre espiritual esté preparada para hacerlo.

  • Enfocarse en el discipulado: El discipular tiene varios propósitos: Es pasar lo aprendido sobre la palabra de Dios a otros como lo indica 2 Timoteo 2:1: “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros” 2 Timoteo 2:2—NVI; y también es aprender a enriquecer su vida espiritual según enseña a otra persona. Nadie lo sabe todo y según se discípula a otra persona, el discipulador también crece en su entendimiento bíblico.

La mujer que discípula a otra la ayuda a aprender la importancia de orar, leer la Biblia y modelar buen carácter (1 Corintios 4:16). La anima a reunirse con otros creyentes, promover la reproducción espiritual y a vivir una vida santa. La madre espiritual puede adquirir material preparado para discipular a otra mujer, hechos por organizaciones cristianas con integridad (ej., LifeWay, Los Navegantes, Editorial Mundo Hispano, etc.).

El discipulado también requiere transparencia y vulnerabilidad, pero es muy importante recordar que la madre espiritual tiene una vida personal. Aunque existe mucha transparencia en una relación materna espiritual, también existen partes de la vida de una mujer que son personales y que no se deben de compartir (ej., la vida privada con su esposo, la vida privada de sus hijos, etc.).

  • Mantener su fe: La mujer que decide practicar la maternidad espiritual necesita mantenerse cerca de Dios mediante una vida diaria de compañerismo con Él. Ella ayuda a la que sirve a que se mantenga fiel al modelar lo que significa tener a alguien a quien rendirle cuentas, le enseña la importancia de la responsabilidad cristiana (diezmar, orar, servir, adorar, etc.), y mantenerse cerca de Dios al estudiar la Biblia y reunirse con otras creyentes.
  • Escuchar con atención (Santiago 1:19) es algo crucial durante la maternidad espiritual, una persona no puede enseñar a otra, ni aprender de otra, si no escucha con atención.
  • Ejercitar control propio, alejándose de los chismes, manifestando el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23) controlando sus emociones, manteniéndose humilde y pidiendo perdón cuando sea necesario.
  • Ofrece ayuda profesional: La madre espiritual no es una consejera profesional, sino una mentora que, al menos que no sea cualificada profesionalmente no se puede considerar consejera. La madre espiritual ora por descernimiento para saber cuándo es necesario enviar a una mujer a recibir ayuda profesional (hable con su pastor o el encargado de educación cristiana de su iglesia).
  • No controla a quien sirve: La madre espiritual guía y anima, pero no controla. Practicar la maternidad espiritual no quiere decir que la persona a quien se le está sirviendo se controla. Es un ministerio voluntario de obediencia a Dios, no un servicio para aprovecharse y abusar de la gente.
  • Es una soldado humilde anclada en Cristo: En la relación materna espiritual, la que sirve se mantiene bajo el liderazgo de Cristo Jesús, quien la alistó como soldado como dijo Pablo a Timoteo: “Tú, pues, sé partícipe de los sufrimientos como buen soldado de Cristo Jesús.  Ninguno en campaña militar se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo alistó como soldado”.

La relación en el contexto de la maternidad espiritual no es fácil, es un servicio que a veces le costará tiempo, angustia, ponerse de rodillas antes Dios y a veces llorar por los sufrimientos de otros. Pero, el hacerlo provee mucho gozo, paz y regocijo al ser parte de este ministerio porque se está honrando y obedeciendo a Dios y edificando a Su iglesia.