Mientras reposaba mi cabeza sentado encima de la parte trasera del automóvil de mi madre no pude evitar sentirme privilegiado. Después de todo, había conseguido una localización increíble para observar el espectáculo nocturno que adornaba el firmamento: la gama de fuegos artificiales despidiendo el año de 1999 y dándole la bienvenida al último año del siglo XX, entrando así simbólicamente en el nuevo milenio. Han pasado 20 años desde entonces y el mundo no puede ser un lugar mucho más distinto.
Quizás el ejemplo más conocido y trillado es el avance a pasos agigantados de la tecnología. Sin embargo, el mundo ha cambiado en otros aspectos mucho más sutiles. En el ámbito cultural y social, hemos observado una tendencia general a realizar actividades en línea que antes eran inherentemente asociadas con la presencia física de las personas. Aún más, muchas de estas actividades ni siquiera involucran la interacción humana directa. Desde la compra (Amazon) y venta (eBay) de artículos, el consumo de música (Spotify), entretenimiento (Netflix, YouTube, TikTok), educación (SkillShare) y transportación (Uber), la vida como la conocemos ha sido fundamentalmente alterada. Incluso las plataformas en línea que han sido diseñadas para la interacción humana que hoy conocemos como las redes sociales solo nos pueden ofrecer una interacción por medio de un proxy, nuestra pantalla.
La tecnología y la iglesia … ¿Una solución?
Nadie puede negar los beneficios de la tecnología y cómo nos ha facilitado la vida. Sin embargo, todos estos avances tecnológicos han venido con daños colaterales. Por ejemplo, de acuerdo a Forbes, el estadounidense promedio pasa sobre 12 horas al día en frente de una pantalla. Esta tendencia ha contribuido enormemente al deterioro de la salud física, mental y social del colectivo.
A la luz de esta realidad, la iglesia debe entender y abrazar dos verdades simultáneamente: (1) la realidad del mundo en el que todos nos encontramos y (2) la necesidad de la interacción humana de manera presencial. Respecto a la primera (1) verdad, el mundo no va a cambiar—y seamos honestos, nosotros tampoco—y cualquier otro cambio venidero seguirá empujando el péndulo del reloj hacia la misma dirección. Es por esto que, como la iglesia, no deberíamos seguir viviendo en el pasado, aferrándonos con nostalgia a modelos ministeriales basados en los años 80 y 90 mientras nos lamentamos del estado actual del mundo. El mundo se encuentra en línea más que nunca y debemos evangelizar y alcanzar al mundo donde se encuentre el mundo, no donde quisiéramos que estuviera.
Es por esta razón que la presencia en línea de la iglesia no debe ser vista como un aditivo cosmético de una iglesia de moda y juvenil, sino como una herramienta práctica del ministerio contemporáneo. De la misma manera en que la iglesia tomó control de la imprenta en el siglo XVI, es hora de que la iglesia hispana tome control del Internet.
Respecto a la segunda (2) verdad, la iglesia debe reconocer también los peligros del abuso de la tecnología y nunca verla como un fin, sino como un medio para alcanzar un fin. Aún más, debemos reconocer que Dios nos diseñó y creó para relacionarnos con él y con otros. El sacrificio sustitutorio de Cristo fue efectuado para traernos a Dios (cf. 1 Ped. 3:18), siendo el catalítico que hizo posible nuestra relación con Dios. Dicho sacrificio es, además, el fundamento de todos los pasajes de la Biblia que asumen una relación comunal en el cuerpo de Cristo (e.g., Jn. 13:34-35; 1 Jn. 4:11; Col. 3:13, etc.). Es imposible cumplir satisfactoriamente todos estos deberes cristianos sin interacciones humanas comprensivas. Por ende, nuestra presencia en línea debe ser intencional, estratégica, constructiva y suplemental—no sustitutoria.
El centro de comando de la iglesia en línea
¿Cómo la iglesia hispana en particular podría abrazar estas dos verdades discutidas en este artículo? Quizás el elemento más indispensable sería la discusión e implementación de una página web. Hoy en día, cuando una persona tiende a buscar información sobre una iglesia dentro de su código postal, suele comenzar en Google, no en la base de datos de una red social. Si una iglesia no tiene ninguna presencia en línea hoy día, perdería un gran grado de visibilidad. Una página web también tiende a proveer un vistazo mucho más comprensivo acerca de la iglesia, su liderato, teología, valores, visión y misión que una red social; además de servir como el centro de comando para el lanzamiento de iniciativas de evangelismo en línea. Por ejemplo, en mi iglesia estamos corriendo un programa global llamado Alpha, donde estaremos trayendo a invitados a discutir sus dudas en relación a la fe cristiana a través de Zoom. Toda la logística detrás de este esfuerzo evangelístico es organizada a través de la página web de mi iglesia.
Creatividad bíblica en línea
Otras iglesias han dedicado espacios de naturaleza evangelística en línea a través de testimonios bien producidos para maximizar su impacto en formato de videos. Otras han dedicado un espacio en su página web para hostear podcasts conducidos por el staff pastoral, sesiones de preguntas y respuestas en vivo a través de las redes sociales con un hashtag particular o, incluso, apoyando económicamente iniciativas evangelísticas creativas y promocionandolas a través de su página web y correos electrónicos.
Ahora, quizás las opciones más obvias para muchos pastores sea integrar sus predicaciones a YouTube y Facebook. Aunque esto es loable y debe ser considerado, especialmente en tiempos de COVID-19, ambas plataformas están saturadas de personas en frente de un púlpito predicando. Es por eso que si queremos sobresalir enfrente de todo el ruido digital y capturar la atención de nuestro prójimo, tenemos que ser creativos y enfatizar nuestros talentos y habilidades con lo mejor de nuestras capacidades (cf. Col. 3:23-24). No tenemos que reinventar la rueda, solo pensar acerca de necesidades en línea que podríamos suplir como individuos y como iglesia.
Por ejemplo, desde hace unos años atrás, he estado trabajando en un proyecto de video-ensayos teológicos y evangelísticos para ayudar a iglesias, líderes y laicos a suplementar de forma visual y audible su entendimiento de la fe cristiana. Este proyecto, bautizado como Theological Vox es una expresión creativa que apunta a llenar un hueco en la media cristiana hispana, pues debido a la complejidad técnica de la producción de este tipo de videos, no muchas personas pueden lograr esto. Este proyecto ha sido producto de mi esfuerzo personal. ¿Se imaginan el impacto que podría tener de ser incorporado y apoyado por una iglesia local? Quizás un pastor no tenga el conocimiento técnico para producir algo así, pero dentro de la iglesia local alguien podría cubrir dicha necesidad. De ahí a que esfuerzos como Coalición por el Evangelio, Soldados de Jesucristo o BITE (Biblia, Ideas, Teología, Experiencias) hayan tenido tanto éxito: porque cubrieron un hueco que nadie estaba cubriendo y porque las iglesias han adoptado y apoyado dichos esfuerzos.
Sin importar exactamente qué hagamos en línea, hagámoslo con esfuerzo y excelencia. Después de todo, es en línea donde se encuentra nuestro prójimo. Utilicemos estas herramientas responsable y estratégicamente de manera suplemental y conduzcamos a nuestro prójimo a relacionarse presencialmente con Dios, con la iglesia y con a la vida en abundancia que Cristo ofrece.